Causaría risa si no fuera penoso.
Hace unos días a la taurina hora de las cinco de la tarde, en la localidad
ribagorzana de Perarrúa se
inauguró la intubación de un tramo de una acequia. Allí acudieron casi
todos los alcaldes de la zona; el diputado provincial correspondiente, un
director general del mismo partido, el presidente de la Comarca.....etc, etc.
En el acto medio centenar de comparsas, sin sueldo pero
con derecho a canapé. Se aplaudió, como en las viejas claques franquistas, los
interminables discursos, previos al papeo y al vino español que ofrecieron
estos políticos que no se han enterado aún que en este país hay gente que
empieza a considerar estos actos una falta de ética y de estética. El alcalde
estuvo acertado, breve, dijo lo que es esperable de un alcalde, no así la
pléyade de visitantes que en ningún momento hablaron de la gente (algo más de
cien vecinos en todo el municipio) ni de sus necesidades, o del futuro del
pueblo. Unos y otros se pasaron la pelota en una manifestación interminable de
autobombo ante el que los escasos vecinos, eran nada más que meros convidados,
no de piedra sino de canapé.
El dinero para mejorar esta acequia, lo consiguen ellos,
los políticos provinciales, gracias a que representan instituciones
remuneradoras, sólidas y comprensivas con el bienestar de los pobrecitos
ciudadanos; dijeron y repitieron. Así que ellos, que defienden esas
instituciones, diputaciones, ayuntamientos y comarcas, no están dispuestos a
permitir que ninguna de ellas desaparezca ni que se ponga en cuestión su
eficacia y necesidad. También dijo el director general que se tenía que cumplir
el pacto del agua y, naturalmente, las obras que allí se pactaron. Claro que
siendo Santaliestra una de las obras incluidas en este pacto del Agua de
Aragón, ¿quiso decir, el preboste, que también habría que llevar a cabo esta
obra en el futuro, después del sufrimiento que acarreó a la comarca?.
Estos actos, más propios de una revista de humor que lo
que es deseable para una tarde primaveral, son manifestaciones de electoralismo
permanente, de desprecio, de despotismo rural y de servidumbre que tienen más
que ver con el siglo XIX que con una sociedad moderna.
Después de la que está cayendo, con un país en la ruina
económica, moral y política, y una ciudadanía que se ha manifestado harta de
unos políticos que no representan más que a sus partidos, cabría esperar un
poco más de inteligencia.
Es este abuso del ejercicio del poder lo que la ciudadanía
de este país señala como uno de los problemas principales que le aquejan, que
sigue activo sin que haya decaído un ápice, a pesar de todo. Y seguirá activo
mientras la “clase política” siga invadiendo el terreno que la sociedad civil
necesita para sentirse libre. En el escenario de estos pueblos diezmados por la
despoblación es donde se hace más patente la farsa política que mejor estaría
sobre las tablas de un teatro que en la hermosa tarde ribagorzana.